Hasta hace unos años se decía que Linux era feo. Y con mucha razón. Las empresas y comunidades de desarrolladores han dejado de lado el tema de la interfaz hasta hace pocos años. Proyectos como el de KDE han sido los encargados de desacreditar por completo este lastre de las interfaces gráficas en Linux y BSD.
A día de hoy, KDE participa en una competición directa con los entornos más sofisticados del mundo del software. Ha sido increible que hayan pasado de la versión 4.0, una versión que no se debería de catalogar ni de Alpha, a la versión 4.6: la belleza, elegancia y sofisticación jamás plasmadas en una interfaz gráfica.